domingo, 7 de octubre de 2012

Operación Impulso (13)





Sofía 08:32 – 06:32 ZULU
Apartamento de los Tumánova, Sofía

Plamen Dimov miró los últimos minutos de la noticia. Su brazo había quedado pendido en el costado, inerte, y el pedazo cortante de cerámica que llevaba en la mano se le había escurrido de entre los dedos. Yevgueni había dejado de reírse y ahora miraba hacia el techo con aspecto de estar muy concentrado en Dios sabe qué. Piotr parecía absorto aún, mirando la pantalla del televisor sin verla.

La lluvia aún repiqueteaba fuera contra un refuerzo de chapa cercano. Plamen parpadeó, irguió los hombros y repasó mentalmente el código de actuación en esta situación, prevista pero improbable.

Más que probablemente, el agente Tumánova no tendría conocimiento de la instalación subterránea que habían construido tres años atrás como cuartel provisional en caso de desastre. Esto podía beneficiarle.

Dimov se adelantó, saliendo a la vista de los dos hermanos sin que ellos cayeran en la cuenta de que le habían dejado bien atado en el suelo. Apagó la televisión, que fundió la pantalla a negro con un pitido sordo, y se encaró a Piotr.

– Muy bien, necesito que me contestes a unas cuantas preguntas.

Piotr le miró, parpadeando, pero Yevgueni estuvo más despierto esta vez.

– ¡Eh! Tú eras nuestro prisionero, no eres de fiar. ¿Por qué íbamos a hacerte caso ahora, eh?

– Díselo tú, agente Piotr Tumánova – dijo Dimov, sin apartar la mirada de sus ojos ni un instante.

– En nuestras circunstancias actuales… –comenzó a responder– no tenemos forma de encontrar la nueva sede. Tampoco estoy en conocimiento del lugar de asilo de otros agentes. Tengo acceso a un par de pisos francos, pero he pasado varias veces por ellos y siempre estaban vacíos.

– ¿No tienes alguien a quien llamar o algo así? – preguntó Yevgueni.

– No, no debía ponerme en contacto con ellos. Eran ellos lo que en todo caso debían contactar conmigo.

– Vaya mierda de organización – resopló su hermano.

– Son medidas de seguridad, Yev – Piotr se frotó los ojos, cansado.

– Pues te dejan en la estacada.

– Las misiones son prioritarias, no los agentes.

Hubo silencio durante unos minutos, luego Piotr tomó otra vez la palabra.

– Supongo que tú sí conoces el procedimiento actual –Plamen asintió en silencio–. De acuerdo, en ese caso pregunta, agente Dimov.

–¿Hay posibilidades de que la Fuerza Roja, a donde estabas destinado, os busque?

–No tienen razones para pensar que estamos vivos. Después de la explosión de la bomba, sería lógico pensar que morimos con el resto de nuestros compañeros – contestó Piotr.

Poco a poco, su mente se iba despejando, recuperando los conocimientos y retomando la actitud que le fueron inculcados durante su largo entrenamiento. Los métodos y el modo de pensamiento fueron desempolvándose en su cabeza, haciendo que recordara no ya los datos sino la manera de procesarlos y encararlos.

– ¿Serás capaz de controlar a tu hermano en una situación crítica? –preguntó Plamen sin contemplaciones.

Piotr sabía que si respondía negativamente, el agente Dimov se desharía de Yevgueni más pronto que tarde. Un lastre así no podía acarrearse en una situación tan delicada como en la que se encontraban.

–Sin problemas –mintió sin inmutarse.

–¿Estás seguro?

–Aunque no sea un agente, ha recibido entrenamiento paramilitar. Está acostumbrado a la tensión y el peligro por las misiones. No se derrumbará.

–¿Y la disciplina? –preguntó Dimov.

Piotr se volvió hacia su hermano, echándole un rápido vistazo. Aunque nunca había sido demasiado obediente, y dado el estado alterado en el que se encontraba aún peor, no podía decirle eso a su compañero agente.

–Responderá ante mí.

–¿Y ante mí?

–No –Piotr se volvió para mirarle, con intensidad–. Pero responderá ante mí, y yo ante ti, mientras garantices nuestra seguridad –dijo, remarcando ese “nuestra” para que quedase claro que, de pasarle algo a Yevgueni, rompería la cadena de mando.

De todas formas, se preguntaba que quería Dimov de ellos. Después de todo, las posibilidades de huir de la agencia él sólo eran esas casa, pero si además tenía que cargar con ellos resultaría imposible. Sus ideas se sacudieron para darle una nueva perspectiva. La única razón para que Dimov les uniera a sí sería porque necesitase un equipo. Si necesitaba un equipo, tenía que tener algún plan en mente. ¿Acaso pretendía hacer algo en contra de la agencia? Si llegaba a ser así, Piotr no se lo permitiría. No porque tuviese un especial cariño a la I.A.B., sino porque sabía que era un suicidio.

Fuera volvió a llover con fuerza, haciendo que un manto de agua ocultase el exterior. A pesar de ello, Yev se acercó tambaleándose hacia la ventana. Apoyó la cabeza contra el cristal frío que, en contraste con su frente caliente, hizo que le recorriese un escalofrío.

Mientras su hermano y ese hombre –al que no conocía más que de haber sido golpeado y electrocutado por él– hablaban de cosas que no comprendía, se sintió como un juguete roto, una marioneta que de repente había descubierto que unos hilos le movían, marcando sus pasos, conduciéndole por un camino que hasta entonces él pensaba que había elegido por decisiones propias.

Se preguntó hasta qué punto su hermano había influido en ello, hasta que punto le había manipulado. ¿Y si sus superiores hubieran llegado a ordenar la destrucción de la Fuerza Roja? ¿Qué habría hecho su hermano mayor con él en ese caso?

Cerró los puños sin hallar una respuesta clara. Entre la neblina provocada por las drogas, que le impedía ver las cosas con claridad, igual que la cortina de agua entorpecía la visión de la calle, sintió que su hermano le había traicionado, y se preguntó si no debería hacer él mismo.


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