Sofía 22:38 – 20:38 ZULU
Bulevard Tsarigradsko
shose
Las calles
estaban silenciosas, vacías, parecían desiertas, casi post-apocalípticas. El
ruido de los motores a máxima potencia resonó entre los edificios como si
estuviera pasando un avión a reacción. Piotr sonreía –le gustaba la velocidad-
a pesar del peligro. Sabía que tenía que perder a sus perseguidores en menos de
veinte minutos, antes de que aquellos cabrones sacaran los helicópteros.
Les
perseguían cuatro coches de los vigilantes, el quinto se había perdido de
vista, quizás para tenderles una trampa. A ellos se había unido un automóvil cuatro
por cuatro con el que el jefe de los vigilantes se había hecho para poder
continuar con la persecución. Su habilidad para volver a darles alcance hizo
que los Tumánova admitieran en silencio que era un prodigioso conductor.
La furgoneta
siguió adelante por la ancha carretera, hasta que Piotr dio un volantazo,
quemando rueda contra el asfalto, en un giro cerrado a la izquierda. Aceleró y
se metió por una calleja de sentido único. Los coches negros frenaron
bruscamente, pero uno de ellos se pasó el giro y tuvo que retroceder marcha
atrás, tomando el último puesto. Ante él el todoterreno ocupó el tercer lugar.
Yevgueni
recogió el subfusil de la parte trasera de la furgoneta y abrió una de las
puertas. Gritó mientras disparaba al coche que les perseguía, pero las balas
rebotaron contra el cristal reforzado.
- ¡Esos
hijos de puta están blindados! – gritó a su hermano, y tuvo que ocultarse antes
de que le devolvieran una ristra de balas.
- Claro que
están blindados, gilipollas, cierra eso antes de que nos vuelen la cabeza.
Yevgueni
obedeció. Agradecía que las balas que usaban estos no atravesasen la carrocería
reforzada de la furgoneta.
- ¿Cómo
vamos a dejarles atrás? Son más rápidos que nosotros – dijo regresando al
asiento del copiloto.
- ¿Recuerdas
las carreras que te hacías antes en el pueblo? Pues lo mismo.
- Los
cojones lo mismo- gruñó Yev, pero no aporto ningún plan alternativo, porque no
lo tenían.
La calleja
ascendía, y salieron con un salto de ella, llevándose por delante a un desgraciado
que cruzaba la calle. Piotr no frenó, y tampoco lo hicieron sus perseguidores,
el último de los cuales fue arrollado brutalmente por un coche de policía. Los
dos automóviles se redujeron a un confuso conjunto de hierros.
- ¡Un hijo
de puta menos! –gritó Yev eufórico, mirando por el retrovisor.
Su voz sonó
como un zumbido en los oídos de Dimov. El agente logró abrir los ojos con
dificultad, como si no hubiese dormido en cuatro días. Parpadeó con fuerza y
trató de hacerse consciente del entorno. Todo vibraba, el motor se quejaba por
el abuso que se estaba haciendo sobre él. Estaba atado con cuerdas elásticas de
las que le costó un poco liberarse. Con las rodillas y las palmas de las manos
en el suelo, Plamen se incorporó penosamente.
- ¿Cuál es
la situación? –ladró.
Yevgueni dio
un respingo.
- ¡Ostia
puta! ¡Me había olvidado de ti! ¡Casi te pego un tiro! –jadeó.
- Nos pisan
los talones, tres cucarachas y un todoterreno – respondió Piotr, ignorando a su
hermano.
Plamen dio
un paso lanzando un gruñido y se agarró al asiento delantero. Miró el lugar en
el que se encontraban y tardó un poco en reconocerlo.
- De
acuerdo, a la derecha en… - pero se vio interrumpido por un golpe en la parte
trasera de la furgoneta cuando el coche de atrás les embistió.
El agente
salió lanzado hacia delante, golpeándose con el parabrisas, que se agrietó, y
fue a caer sobre Piotr, que perdió el control. Dando un bandazo, el vehículo
chocó contra la pared de la derecha. El retrovisor salió despedido hacia atrás
y la furgoneta avanzó levantando piedras del muro.
Se oyó un
frenazo a sus espaldas, seguido de un choque en cadena, antes de que Yevgueni
quitara a Plamen de encima de su hermano. El agente se enjugó la sangre de los
ojos y luego sacó la cabeza por la ventanilla del copiloto para mirar atrás. El
coche estaba cruzado, y detrás de él el todoterreno había chocado, haciendo a
su vez que el último frenase en seco. Como la callejuela era estrecha, no podía
rodear al que se había convertido en un obstáculo.
- Gira ahora
– indicó Dimov.
Justo cuando
giraba, el coche que se había descolgado del resto al inicio de la persecución
apareció a su lado y comenzó a disparar. Una de las balas alcanzó a Yevgueni en
un hombro. Piotr frenó en seco y volvió a meterse por una de las calles
secundarias.
- Vamos en
dirección contraria – gimió Yev.
Piotr rodó
los ojos. ¿A quién coño le importaba en esos momentos?
Por su
parte, el jefe de los vigilantes no pensaba quedarse allí, así que pisó el
freno, revolucionó el motor y embistió a sus compañeros, empujando bruscamente
el coche negro para hacerse sitio con el todoterreno que había requisado y
continuar con la persecución.
- Si giramos
por Georgiev nos atraparán- se quejó Piotr.
- Obedece y
gira – ordenó Plamen.
Cogieron el
bulevar, forzaron de nuevo el vehículo al máximo (su temperatura estaba
empezando a llegar más allá de lo seguro) y Plamen sacó una llave de garaje con
dos botones. Al pulsar en verde, el suelo ante ellos descendió bruscamente
formando una rampa que prácticamente les engulló a las entrañas de la ciudad.
Antes de haber terminado de pasar, Dimov pulsó el botón rojo. La rampa subió a
la misma velocidad y la furgoneta entró en el túnel bajando el escalón y
topando con el techo, destrozando la vaca. Su perseguidor no tuvo tiempo de
frenar antes de empotrarse con el repentino bache, dejando el morro del coche
arrugado a pesar del blindaje. El conductor murió en el acto.
En el
interior del túnel, la furgoneta avanzó en completa oscuridad, sin posibilidad
de poner las luces que habían cubierto.
- No muevas
el volante, escucha, las bandas sónicas te indican si te sales de rumbo.
También están a intervalos regulares antes de la salida –dijo Plamen
suavemente, calmando al conductor que seguía a ciegas.
Volvió a
pulsar el botón verde y una rampa, en esta ocasión ascendente, les llevó hasta una
calle peatonal. Cuando la rampa estuvo en su lugar de nuevo, aseguraba en su
chapa ser una salida de emergencia del metro de Sofía.
Sin embargo,
no estaban allí solos. El todoterreno les cortaba el paso y Piotr tuvo que
hacer un nuevo giro peligroso. Quedaron un vehículo junto al otro, paralelos, y
por un momento el vigilante sonrió a Dimov. Le había divertido el juego, pero
ya era hora de terminarlo.
Sacó su arma
y le apuntó, invitándole a rendirse.
Dimov no
sonrió, sino que le enseñó el friecoches que guardaba en su bolsillo. El
vigilante, repentinamente consciente de que no llevaba un vehículo preparado
para ellos, disparó su arma mientras Plamen lo lanzaba contra uno de sus faros.
Piotr aceleró de nuevo maldiciendo y la bala atravesó a Yevgueni, el asiento
del conductor y siguió su camino más allá de la furgoneta, la cual terminó
alejándose del impotente jefe de los vigilantes.
Había
perdido esa ocasión de atraparle, pero daría con él.
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