Hace ochenta años, en las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, una tropa de boy scouts rusos entregó al embajador estadounidense en Moscú un Gran Sello de Estados Unidos tallado a mano en su residencia oficial, Spaso House.
El obsequio simbolizaba la cooperación entre Rusia y EE.UU. durante la guerra, y el embajador estadounidense, W. Averell Harriman, lo colgó con orgullo en su casa hasta 1952.
Pero, sin que el embajador y su equipo de seguridad lo supieran, el sello contenía un dispositivo de escucha encubierto, posteriormente apodado "La cosa" por los equipos de seguridad técnica estadounidenses.
Espió conversaciones diplomáticas, sin ser detectado, durante siete años.
Al usar una obra de arte aparentemente inocua para infiltrarse en el enemigo y obtener ventaja estratégica, los soviéticos habían llevado a cabo la maniobra más ingeniosa desde el Caballo de Troya de Ulises.